Si hay algo que me ha hecho compartir esta inquietud, es la recurrencia de quienes buscan en mí el apoyo profesional para resolver su situación porque se tropiezan y se tropiezan varias veces con el mismo sentir: “No termino lo que comienzo”.
Mucho se puede hablar de ello, de su origen, de la teoría, yo siempre creo -sin ser especialista en ciencias de la psique- que la base de nuestras actuaciones está en nuestro hogar, en nuestra crianza, nuestro temperamento, en nuestra historia personal, pero no por ello debemos permanecer estáticos sin esa búsqueda de solución.
Tiempo atrás, conversando con una médico pediatra especializada en medicina cuántica, donde atiende los aspectos de una forma integral, en forma holística, ella me decía:
- “Jackie, tú sabes por qué de adultos es común escuchar que “no termino lo que comienzo”? Sencillamente porque hasta debemos poner atención en cómo fue el parto de tu mamá cuando naciste.
Y yo sorprendida ante ese comentario, y con mi inquietud característica por saberlo todo, le dije:
- ¿Y eso qué tiene qué ver, qué relación guarda un parto con el hecho de no terminar lo que se comienza?
A lo que me respondió:
- Cuando nacemos por parto normal, es nuestra decisión de querer salir de algo donde ya no cabemos, nos sentimos apretados, incómodos y buscamos liberarnos. Eso quiere decir, que hay un esfuerzo, tenemos la voluntad de resolver. En cambio, cuando nacemos por una cesárea, estamos en una bolsita tibia cómodos, aún no hemos elegido salir, y viene otra persona a decidir por nosotros el día y la hora cuando a lo mejor, para mí no era una imperiosa necesidad. En el trascurrir de nuestra vida, pueda que no valoramos lo que representa nuestro esfuerzo, nos sentimos cómodos que otros resuelvan y por eso “no termino lo que comienzo”.
Eso me hizo reflexionar y empezar a buscar experiencias de vida cercanas, que como consultora familiar y de parejas, cuando asesoro son muchos los testimonios de madres desesperadas, que inscribieron a su hija en Ballet y le compró todo lo que se requería, para que al poco tiempo desistiera de eso porque quería aprender a tocar guitarra.
Cuando le compré el instrumento, a los pocos meses, ya dejó de practicarlo y no quiso volver a las clases.
Y así, montones de testimonios que en la adultez nos llevan al sentimiento en común: Algo nos pasa que “no termino lo que comienzo”.
Estamos viviendo tiempos modernos de muchísima información que nos llega, que seríamos felices teniendo un orificio para colocar un USB con más GB de memoria y que no se nos escapara nada, pero Dios fue perfecto y dijo: Con lo que tienes es suficiente, así que te toma estructurar tus ideas, organizar tu vida, y desechar todo aquello que almacenes y no te sirve.
No nos desesperemos, queridos lectores, a todos nos ha llegado a pasar que nos sintamos desanimados y cabizbajos hasta creyendo que algo tenemos en nuestro cerebro que “no termino lo que comienzo”. Pero no es una tragedia, es cuestión de fortalecer los hábitos.
Cuando hacemos una cosa, es una acción aislada. Si se repite, podemos tender un segmento y saber que hay un antes y un después.
Ahora bien, cuando ya sucede más de dos a tres veces, entonces estamos en presencia de una recurrencia que puede correr el riesgo de que se transforme en hábito y por eso hay que tomar acciones para que no te quedes detenido en la frase “no termino lo que comienzo”.
Para ello, comienza por comprometerte con pequeñas actuaciones, donde no dejes que tu mente se distraiga en las otras tantas cosas por hacer.
Nuestra mente se ha vuelto como el programa Windows: Vamos abriendo y abriendo ventanas que nos van llevando a tantos mundos, que al final ni sabemos cuál fue la ventana original dónde íbamos a consultar.
Si mi abuela me escuchara diría: “El que mucho abarca, poco aprieta”, es decir, por querer hacer muchas cosas al mismo tiempo, terminas abandonando y dejando todo a media.
Por eso recomienzo, si vas a limpiar la casa, hazlo recámara por recámara, no todo a la vez, para no correr el riesgo de que te cansaste o algo sucedió, y todo quedó a medias.
Ten presente que, al empezar, el siguiente paso es celebrar que lo lograste.
Pero empieza de lo sencillo a lo complejo, de lo pequeño a lo grande, con orden y sin distracción de celulares, llamadas, videojuegos, televisión.
Porque nos están anestesiando con la idea de la inmediatez y al querer que todo sea para ya, no nos dan la oportunidad de concentrarnos en culminar lo que iniciamos.
Recuerda lo del parto al inicio de este artículo, tú tienes la decisión de lograrlo y finalizar.
Entonces, comienza por tomar lápiz y libreta, anotar dos o tres cosas por hacer, sencillas y breves que te den satisfacción al terminarlas.
Respeta tu propio tiempo y pon límites a quienes te lo pretenden sabotear. Céntrate en pocas ideas y evita la dispersión.
Cuando planifiques tus pendientes y lo que quieras mejorar o cambiar, la ruta debe ser precisa y con fecha en el calendario, con recordatorios y por supuesto que abonando tu fuerza de voluntad que será alimentada con ese merecer o “cariñito” que te darás porque sí lo hiciste, y ya no tendrás que estar repitiéndote, atormentándote con la trillada frase “no termino lo que comienzo”.
¿Y sabes por qué? Porque hoy decidiste planificar, concentrarte en hacerlo, y luego disfrutar del logro. Hasta un próximo compartir y aquí estoy para apoyarte y hacerte una mejor persona.
0 Comentarios